Alboreaba en silencio el día,
Bien lo recuerdo
Era azul la niebla,
Era niebla fría,
El aire respiraba
amargura y melancolía.
Yo regresaba
Por un camino sin rumbo,
Solo volvía
En la quietud del alba,
Luz mortecina,
Tranquila calma
Resignada al fin la vida
Cuerpo que se olvidó su alma
En fugaz caricia vana
De una ilusión que moría.
Yo era bajo el hielo el agua,
Del rincón la oscuridad
Que nadie veía,
La nota que escapa
Al músico
Sin romper la melodía,
El aire en las cumbres altas
que nadie respira.
¡La nube que pasa
Cuando al cielo nadie mira!
Así yo volvía
Ciegos los ojos del mundo
¡Siempre ciegos al dolor
Cruel Naturaleza impía!
Alboreaba en silencio el día.
A casa, solo, regresaba
Con fiero dolor el pecho
Me oprimía
Nudo en la garganta el grito
Contenía,
Y mi corazón se ahogaba
Lentamente se moría,
Cada paso dejaba
Sangre del alma mía,
Pues regresaba sin ti
Mi esperanza
¡Vida mía!
¡Niña mía!
Dulce amada
¡Niña mía!
Dulce amada
¡Tal vez para siempre perdida!
Enrique Rull
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