A veces te miro cuando soñadora
En algo invisible fijas tu mirada:
Y siento mía esa velada nostalgia,
Algo tan bueno que asoma,
Algo tan bello que entraña;
Aroma de abril que tu esencia
Dulcemente toda emana.
Asi te conocí. Unas lineas
Tan tiernas y delicadas,
En ellas un corazón puro palpitaba.
Un casto beso, caricias y luego el cielo.
Y tu recostada sobre mi pecho,
Y yo bebiendo de tu sagrado silencio.
Te hice mía; aquel día
En el sueño del sol te hice mía,
Bajo la luna se fundieron dos almas
Y como amantes eternos
Unidos en uno nos acunó la mañana.
A veces creo que ya te conocía,
Que viajamos para encontrarnos
Cruzando tiempo y galaxias.
A veces te creo sueño de mis anhelos,
Princesa de los cuentos de mi infancia,
Y te miro como se mira al cielo,
A la luna, a las estrellas, a todo lo eterno,
Y con auténtica devoción te venero.
A veces te miro cuando lánguida
Se cierne sobre mi tu mirada,
Dulce poesía que mi ser embriaga,
Y en silencio me pregunto
¿Podrías ser tú en verdad aquella dama...?
A M.
Enrique Rull Suárez
"Los grandes poetas escriben con sangre y lágrimas y agonía que, como las llamas, devoran y arrasan. Alcanzan la ciega locura con sus manos en la noche..." Robert E. Howard
martes, 21 de octubre de 2014
lunes, 30 de junio de 2014
¿Dónde fue el Príncipe?
¿Dónde fue el príncipe?
Preguntaron las princesas
Y el rey respondió:
-Se fue, se fue con la doncella.
¡No era atractiva!
Una Gritó
¡No era bella!
Otra chilló
Mas el rey solo respondió:
“¡Ay! Pero se fue con la doncella.”
¡No era rica!
¡No era noble!
¡Vestir no sabía!
Dinos padre
¿Esa doncella que tenía?
“Yo sólo sé, dijo el Rey,
Lo que el príncipe me habló:
“Padre, son sus ojos sinceros,
y verdadero su corazón.
Habla poco, siente mucho,
Y es su digna humildad
Lo que la cubre de esplendor.”
“Pero príncipe, mira a las princesas:
son ricas, sensuales, bellas...
adornadas con perfumes y gemas,
sus dientes son perlas y su piel es de seda...
¡Todo es placer y riqueza!”
“Mas ninguna tiene - dijo el príncipe
tanta pureza,
y un corazón tan tierno y noble.
En su alma está toda la riqueza.
Y es por lo que abandono la corte,
la pompa, el artificio
y me voy con mi doncella,
Haré de su amor mi reino.
Cambio mil sensuales mentiras,
Por una mirada sincera.”
A M.
domingo, 23 de marzo de 2014
Primavera
Lluvia, nubes. Y después de nuevo
el sol. Todo pasa. Así transcurren las estaciones ahora: tan frías, tan pálidas, tan vacías. Recuerdo al principio: aquellas primaveras que florecían en un
festival de vida y color. El aire perfumado con ese dulce e intenso frescor de
las flores recién regadas. En toda la ciudad podía respirarse ese aroma que
embriagaba la sangre de ardor juvenil, optimismo y esperanza.
Y cuando llovía ¡qué felices
éramos! Todo quedaba precioso, empapado de un radiante y suave rocío, alumbrado
por esa extraña y reconfortante nostalgia gris que se desprendía del cielo.
Todo era mágico y misterioso. Pero nada podía compararse a tu rostro, con el
cabello húmedo y pegado a tu frente sin ningún orden; y tus ojos tan oscuros y
sugerentes, con esa chispa de luz tan cálida que me daba la vida al posarse
sobre mí. ¿Cómo te atrevías a decir que estabas fea? En aquellos momentos eras
la criatura más hermosa de la tierra. Te doy mi palabra. Aunque yo trataba por
todos los medios de disimular la impresión que me causabas. No sé si lo
conseguía. A tu lado estaba desarmado, me sentía desnudo, torpe y vulnerable.
Me volvía a sentir como un niño, cuando en realidad me estaba convirtiendo en
un hombre. Yo sólo veía en lo que tú llamabas “tus defectos”, la más absoluta
perfección. Yo era esclavo de tus emociones, y tu sonrisa era para mí la
primavera. Con qué alegría contenida paseaba junto a ti entre las sombras
danzarinas de los tilos, aún con la humedad en el ambiente, y con las hojas
derramando perladas gotas de la lluvia, que había pasado como un beso, llenando
los sentidos de un aroma juvenil, de algo intenso y femenino.
A veces, distraídamente, sin
darle la menor importancia, colocabas
tu mano sobre mí en una especie de caricia, y yo me estremecía. Eran mi cuerpo y mi alma quienes a la vez
se estremecían. Algo en mi pecho se agitaba con vehemencia, tan intensamente a
veces que creía que me iba a ahogar. Pero era tan agradable, tan misterioso,
todo ese torrente de sensaciones nuevas e inefables...
Escribiendo estas líneas me pregunto
por qué no se borran los recuerdos como se borran las palabras. Debería ser así de fácil. Aquellas primaveras
jamás volverán. Yo no soy el mismo. La lluvia ha perdido su aroma, y el sol su
brillo. Y tú ¿quién sabe dónde estás? ¿con quién estás? ¿qué soy yo ahora para
ti? Sólo sé que mi mundo fue unido al tuyo, y se rompió en mil pedazos cuando
desapareciste de mi vida. Sé que ya no estás, pero el corazón no olvida. Daría
lo que fuera por recuperar aquellos momentos, aquellas sensaciones mágicas y
brillantes. Pero todo ha pasado, tan fugaz, sin dejar rastro, como una lluvia
en primavera, y apenas mi vida es un recuerdo. Y sé que ya nada volverá a ser
igual.
Enrique Rull
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